El próximo martes 15 de noviembre, a las 19:30 hs., se inaugura la muestra «No creo en los pájaros del cielo» de Sebastián Alonso, en el Museo Municipal de Bellas Artes Juan Manuel Blanes (Avenida Millán 4015).
La exposición permanecerá en el museo hasta el 13 de diciembre.
A continuación, el texto curatorial de Verónica Cordeiro:
“En cierto modo, se podría decir que la Modernidad instauró la monocronía, el tiempo único de la producción y la tecnología – único resquicio aún hoy de la creencia en el progreso. El tiempo de la continuidad y la velocidad, o, como ha sugerido Mary Ann Doane, el tiempo cinemático, caracterizado por la elipsis y la supresión de los tiempos muertos, esos tiempos que precisamente son los tiempos de lo humano, aquellos que escapan a la luz del espectáculo, los tiempos de la so(m)bra.” [1]
Si el tiempo hipermoderno en el cual vivimos hoy se caracteriza, más allá de la velocidad, por la urgencia y la supresión de las distancias temporales, la eliminación del tiempo de la espera, de la transición, del intervalo, Sebastián Alonso concentra su mirada precisamente en esos intersticios delegados al abandono y al olvido. Los detecta en terrenos baldíos, en edificaciones inconclusas, en proyectos urbanísticos fragmentados, pero también en bosques, rutas y grietas donde la naturaleza busca adaptarse al concreto residual, y en su reconfiguración e incorporación plena de esos tiempos inútiles, propone nuevas topologías. Formas de paisaje que evidencian el pasaje del tiempo y que proponen pausas para la reflexión y la auto-crítica. Éste proyecto expositivo comenzó con una investigación que se llamaba “restos”. Restos territoriales, arquitectónicos, y también restos en el sentido de sobra – elementos que fueron formando archivos de imágenes fijas y audiovisuales en base a investigaciones sobre la relación entre individuo y su entorno que constituían, a su vez, objeto del descarte, dado que su destino archival connotaba el rechazo. Ésta exposición propone unir forma y contenido en una identidad singular; es decir, las instalaciones fotográficas, las obras fílmicas y el trabajo sonoro instalado en el claustro fueron en un momento objeto de sobra, y sombra, de proyectos institucionales otros. Para esta instancia, Alonso adentra el tiempo de sus propias sobras para estudiar, en su propio tiempo, las sombras sugeridas en la memoria, y bajo la espera, de sus archivos. Vivir el tiempo de la so(m)bra resitúa el (mal) hábito de la percepción automatizada por el tiempo voraz actual; y este desplazamiento cognitivo amplía la experiencia de la mirada, nos permite percibir la contradicción, y la poesía que pulsa en todo aquello que no luce sobre la superficie del espectáculo…