A partir del viernes 17 de febrero en la Fotogalería Ciudad Vieja, el Centro de Fotografía presenta la muestra La silueta del Salvo. Fotografías del CdF.
Esta exposición recorre la construcción del Palacio Salvo (1923 – 1928) a través de fotografías del acervo histórico del Centro y de reproducciones -pertenecientes al archivo familiar de Alejandro Abal Oliú- de los proyectos arquitectónicos del concurso original del edificio. Estará vigente hasta el 24 de abril.
La muestra
Producto de un Uruguay pujante, el Palacio Salvo comenzó a construirse en 1923 y se inauguró en octubre de 1928. La muestra está compuesta principalmente por fotografías del Fondo Municipal Histórico del CdF, e incluye otros documentos que ilustran algunos de los anteproyectos presentados a concurso en 1922 (pertenecientes al archivo familiar de Alejandro Abal Oliú, bisnieto de José Salvo). Quienes idearon el Palacio Salvo, inmigrantes italianos nacidos en la región de la Liguria, llegaron a costas montevideanas en la década de 1860. Pasaron de ser vendedores ambulantes a tener su propia tienda y finalmente se convirtieron en importantes empresarios en la rama textil. Como agradecimiento a la ciudad que los había recibido cuando comenzaron su negocio con escasos recursos, los hermanos Ángel, Lorenzo y José Salvo en 1919 se plantearon levantar el primer rascacielos de Uruguay, un gran hotel frente a la Plaza Independencia. En el predio elegido estaba instalado desde principios de siglo XX el café y confitería La Giralda -donde se había estrenado en 1917 el célebre tango La cumparsita, compuesto por Gerardo Matos Rodríguez-, que fue demolido para levantar el nuevo edificio.
Se llamó a un concurso internacional de proyectos, al que se presentaron diecisiete arquitectos de distintas partes del mundo. Entre ellos se encontraba Mario Palanti -nacido en Milán-, quien contaba entre sus obras el Palacio Barolo, edificio de gran similitud con el Salvo, ubicado en la Avenida de Mayo, en Buenos Aires. Considerando ese antecedente, Palanti finalmente fue elegido, meses después de que se declarara desierto el concurso.
La silueta del Palacio Salvo, vista desde los lugares más disímiles, resultó definitivamente incorporada al perfil de la ciudad. Su figura particular, plena de superficies curvas, balcones y vericuetos, se convirtió paulatinamente en objeto de innumerables fotografías y miradas, y se volvió cine y materia de expresión de diversas artes.