sobre una selección y sus relatos
A fines de octubre de este año estaba en Barcelona donde fui a dar una conferencia en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura. Álvaro Bonfiglio, quien está actualmente en Berkeley, me mandó un mensaje por facebook avisando que en esos días se abría una exposición de arquitectura uruguaya en la que se exponían algunos de sus trabajos. Cuando comenté esta noticia en la ETSAB, se mostraron sorprendidos, dado que en la Escuela no se tenía noticias de tal exposición. Pedí que me indicaran cómo llegar hasta el lugar. Una tarde que tenía libre me dediqué a pasear por el Poble Nou, entre esqueletos industriales, arquitecturas “recientes y de firma” y retazos del viejo barrio, buscando el IAAC. En el lugar encontré una pequeña placa indicando la sede de la institución, una puerta metálica cerrada y un intercomunicador al que nadie contestó. Me quedé con las ganas de conocer la muestra, cosa que pude finalmente cumplir en Montevideo.
De la visita, virtual y presencial, a la Exposición “Nueva Arquitectura Uruguaya” muy difundida en los últimos días, me surgen una serie de reflexiones que quiero compartir.
La esquiva objetividad frente a la irresistible pulsión de Narciso
En arquitectura, como en muchas disciplinas, rigor crítico y autoexamen no suelen ir juntos. Son raras las situaciones en las cuales un crítico o autor, o un protagonista, logra el distanciamiento que le permite distinguir entre sus obsesiones y los valores de la obra propia o de sus afines o congéneres.
No se trata de un tema de un problema de distanciamiento temporal. Los arquitectos ejercemos el derecho de cultivar la crítica y de reflexionar sobre nuestro propio presente sin pagar el precio de tomar una prudente distancia histórica como requisito para poder abrir tales juicios. Ese derecho, sin embargo, genera obligaciones.
El esfuerzo de exponer un repertorio de obras y proyectos, que implícita o explícitamente presenta un panorama de producción y a la vez realizar una operación taxonómica siempre es saludable y por infrecuente merece ser celebrado.
Otro y muy distinto es el lugar ocupado por el debate y la polémica entre contemporáneos, espacio en el que juegan en primer plano y sin velos los argumentos, las convicciones, la pasión por defender las ideas y la propuesta propia y por controvertir aquellas que se consideran erradas o al menos intrascendentes.
En el caso que nos ocupa, el indudable aporte que realiza está lamentablemente sesgado por un modo de mirar que invalida buena parte del esfuerzo que el propio curador describe como ensayo “abierto”, una mirada objetiva, que busca promover las diferentes configuraciones arquitectónicas producidas en el Uruguay actual.
Exponer es exponerse. Es un acto que conlleva riesgos: uno muestra a otros y a la vez se muestra, convocando a comentarios y señalamientos, cuando no a réplicas, aprobaciones y desaprobaciones.
Veamos de qué se trata.
10 años – 100 (¿o 110?) obras de arquitectura …
En estos días se ha promocionado por diversas vías la Exposición “Nueva Arquitectura Uruguaya” abierta en la sede de l´Alliance Française y sus contenidos en internet. Junto con la difusión, se ha difundido sus intenciones.
Es una iniciativa que se presenta con el objetivo de “dar a conocer la historia particular de la arquitectura “hoy” en el Uruguay, sus aportes, sus contextos y las diferentes conexiones que podemos re-conocer con las arquitecturas o las teorías arquitectónicas desarrolladas en los países centro fomentando así una posible reflexión.”
En particular, la sección de “paisajes locales”, está planteada como
“un ensayo “abierto” (…) La exposición se presenta como un registro abierto, “personal” que implica una selección de la “mejor arquitectura”, aquella que representa una idea, explica un concepto o representa una historia….mirar la historia desde la arquitectura permite intuir o confirmar las particularidades de nuestro medio cultural”.
Un comunicado recientemente difundido (boletín electrónico de SAU) nos dice que “La obra de alrededor de 50 arquitectos en 110 edificios, es el centro argumental de esta exposición formada por material audiovisual, fotografía y textos, donde se repasa gran parte de la arquitectura contemporánea producida en el Uruguay, así como la producida por profesionales uruguayos en el exterior desde la década de los ’90”.
La Exposición ha convocado a algunos comentaristas para complementar a través de artículos el listado de obras y proyectos, pero pese a ello -paradoja- es en cierto modo muda. En este registro incompleto, pero sobre todo parcial, de una nueva arquitectura uruguaya, insisto, no se dan mayores explicaciones.
Sobre la selección y sobre las ausencias
Ser crítico de cualquier disciplina implica desafíos de formación, que seguramente no pueden improvisarse. Definir que una muestra es representativa de lo mejor de un país, requiere explicitar el marco conceptual y la metodología con la cual se realiza el “registro abierto, <personal>…”
Por esas carencias tal vez no se informa de ciertas decisiones fundamentales implícitas en su propuesta en cuanto a lograr reunir la “mejor arquitectura”.
Llamativas son las ausencias, tanto como las presencias registradas, sean éstas obvias o no. Cuando se realiza una operación de recorte o de exclusión se corren riesgos.
Para prevenir o aventar los mismos, un recurso siempre a mano es el de informar y explicitar los criterios y las decisiones que cimentan una selección, lo cual no ha ocurrido.
Entendiendo que los tiempos, las dificultades de acceder a información, el importante esfuerzo que implica la recopilación y la propia subjetividad puede llevar a confeccionar una lista de “personal confianza” para recabar los trabajos, es que me permito sugerir, a partir de esta Exposición, la existencia implícita de otra muestra, confeccionada con más tiempo, más conocimiento y menos exclusiones.
En la selección realizada, la que sí se presenta en la Exposición, el riesgo de generar un circuito autorreferencial, casi una biografía, no ha podido ser eludido. Ello habla más del talante de la selección que de la producción misma que se ha querido mostrar. El silencio no es inocente.
Más allá de ello, es necesario reconocer la calidad y pertinencia de buena parte de los trabajos presentados. En ese panorama se destaca el relevante esfuerzo de aportar información sobre “prácticas globales” de arquitectos uruguayos. Se trata de un aporte que merece ser destacado por consignar datos que resulta difícil conocer y reunir y que indudablemente es un campo de actuación en el que cada vez más los profesionales de este país se desempeñan con solvencia.
Pese a lo anterior, son evidentes los faltantes, tanto en las “prácticas globales” como en las obras en el país. Ausencias tanto o más potentes que las presencias.
Para explicar mejor estas ideas citaré algunas ausencias referidas a los “paisajes locales”:
– La Exposición, acertadamente destaca la producción realizada a partir de concursos, los que suelen ser una forma transversal de confrontar propuestas y visiones, y no sólo presenta obras construidas sino también propuestas no realizadas, no obstante lo cual faltan propuestas premiadas o distinguidas, algunas de ellas realizadas y otras no realizadas. De entre los concursos de arquitectura de la pasada década, se eligen sólo algunos. Faltan importantes concursos de anteproyectos de arquitectura, con obras premiadas realizadas y no realizadas: el Concurso para el Liceo Francés, el Círculo de Tenis, el complejo de AUTE. Curiosa y afortunadamente hay un registro muy completo de concursos de Grupos de Viaje.
– De entre las obras premiadas en concursos no se han recogido las de espacios públicos, exceptuando el monumento a Wilson Ferreira y el Parque Artigas de Las Piedras; entre ellas no están: la ampliación de la peatonal Sarandí, la intervención en la Escollera Sarandí, el Parque Portuario y el Parque Andalucía en Montevideo; y la revitalización del Área Central de la ciudad de Melo.
– En el período hubo varios concursos de urbanismo, algunos de ellos fueron de anteproyectos como los de Planes Directores de Melo y de Rio Branco y otros de ideas como los de la Costa de Oro o del frente costero de Piriápolis. De entre ellos, sólo se eligió el concurso de ideas urbanísticas para la Ordenación de la Costa de Oro, y se expone sólo una de las dos obras que obtuvieran primeros premios. Para cualquier curador riguroso, la cita de ambos trabajos sería de un mínimo de delicadeza.
– Llama la atención la ausencia de obras significativas de rehabilitación o reciclaje como lo son el Centro Cultural Embajada de Venezuela o el de la de México, o la remodelación del edificio de Pablo Ferrando o el del Centro Cultural de España, todas en Ciudad Vieja, próximas al Solís y al centro de formación de la AECID, que sí se muestran.
– Poco se rescata de la más que significativa arquitectura pública, que es sin duda parte del quehacer arquitectónico nacional llevado adelante por profesionales muchas veces meritorios y creativos pese a su escasa visibilidad privada. Por ejemplo, hay destacados edificios para la educación producidos en la década, como la muy buena arquitectura reciente para la educación primaria, entre ellos varias escuelas primarias y escuelas de tiempo completo (algunas de ellas calificando barrios “de contexto crítico”), liceos y centros de formación de profesores en Montevideo y en lugares del interior. La arquitectura educativa falta a la cita salvo la inclusión de algunos celebrados edificios universitarios (no todas, por cierto, las interesantes concreciones de la Dirección General de Arquitectura de la Universidad: para citar sólo una, la interesante biblioteca de la Estación Experimental “Mario A. Cassinoni” en Paysandú, íntegramente realizada en madera)
– No se presentan obras de vivienda colectiva. Curioso faltante cuando aún en un período de escasa producción, la arquitectura uruguaya sigue siendo reconocida por la calidad de su propuesta entre otros a través del sistema cooperativo: cooperativas de viviendas por ayuda mutua las hay con interés y en esta década en especial se cuentan casi todas las realizadas en áreas patrimoniales incluyendo rehabilitación y reciclaje, así como cooperativas de ahorro previo (hay buenos ejemplos de ambos en la propia Ciudad Vieja), así como conjuntos de viviendas para pasivos y aún edificios en altura de promoción privada en zonas como Punta Carretas o Malvín.
– Una gran parte de la geografía está ausente por cuanto las concreciones en el interior del país no fueron incluidas, salvo en el interior metropolitano, territorios turísticos como Colonia o Lavalleja y el ámbito de la costa este. Entre múltiples obras de interés podría sugerir considerar algunas como el sistema de peatonales del centro de la ciudad de Mercedes o el interesante edificio para viviendas “el Mirador” en la esquina de las calles Invernizzi y Brasil en la ciudad de Salto.
Éstas y otras obras y proyectos no son inaccesibles; la mayoría de ellas podrían conocerse a través de las escasas publicaciones del período, la lectura de los boletines de la SAU o un rápido repaso de obras postuladas y seleccionadas en bienales y/o premios internacionales. El conjunto de obras preseleccionadas en instancias como el premio Mies van der Roche de Arquitectura Latinoamericana o los envíos realizados en la década desde Uruguay a las bienales iberoamericanas (Medellín, Lisboa, Montevideo, Lima, Chile, etc.) o de Quito e incluso a la de Venecia, muestra un panorama otro, más diverso, valioso, que ha sido mayormente omitido.
Mirar y mirarse
El mito clásico cuenta que Narciso se enamoró de su propia imagen y quedó preso de esa fascinación, prendado de un patrón de belleza idéntico a sí mismo. La herida narcisista, revela la vulnerabilidad de quien es prisionero de esas pulsiones. Freud tomó esa metáfora para describir, interpretar y operar sobre ciertas pulsiones y conductas. No se trata de una cuestión de voluntad o frivolidad sino de imposibilidad. Narciso era gobernado o se rendía ante un impulso irresistible, del cual fue prisionero.
Arq. Salvador Schelotto