La Plaza 01

La aventura de leer un libro

La Plaza es un ciclo de notas sobre temáticas de relevancia para la comunidad de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU), con el objetivo de compartirlas puertas adentro y difundirlas puertas afuera, y de aportar nuevas miradas a la esfera pública. Esta línea editorial, llevada adelante por el Servicio de Comunicación y Publicaciones de la FADU, procura poner en valor figuras, propuestas, actividades o prácticas académicas específicas de nuestras disciplinas que puedan convocar el interés de la sociedad en su conjunto.

Como antecedente, en marzo de este año publicamos una nota sobre la arquitecta Julia Guarino, en ocasión del homenaje realizado por la facultad, en el que se puso su nombre a un nuevo espacio colectivo del edificio: la plaza Arq. Julia Guarino. Así fue que La Plaza fue tomando forma como un nuevo espacio público en donde conversar sobre nuestros asuntos.

En la primera edición de La Plaza los libros serán protagonistas al celebrarse el Día Nacional del Libro, una fecha especial para quienes disfrutan de conocer nuevas historias a través de la lectura.

Por el entusiasmo que estos generan indagamos en qué es lo que convierte a un libro en irresistible. Para ello conversamos con algunas personas que forman parte de nuestra comunidad.

¿Qué hace que un texto sea atractivo? ¿Qué características debe tener para que no quede sin ser leído y lo sustituyan por otro? ¿Qué lleva a avanzar página tras página sin poder parar? Son algunas de las preguntas que les hicimos a diversos integrantes de la comunidad FADU.

En esta nota también indagamos sobre qué es lo primero que hacen las personas cuando se encuentran por primera vez con un libro que nunca antes tuvieron en sus manos. ¿Cómo es esa conexión inicial? Y ¿hasta cuántas veces leyeron un mismo texto?
Las respuestas de las personas consultadas varían, pero todas evidencian el amor por los libros y las historias bien contadas. Además, coinciden en la importancia de utilizar un lenguaje accesible, sin «vericuetos».

A modo de ejemplo, para la estudiante de Arquitectura Belén Acuña un libro atractivo es aquel que te «atrapa» y en el que «el ritmo te deja perderte entre las páginas». También lo es «la forma en que está escrito», para eso tiene que ser «fácil de entender e imaginar». Incluso se refirió a la bibliografía académica: «Me gusta más cuando usan términos simples y no son muy intelectualoides».

La facilidad de la lectura es un punto que tuvo en cuenta la diseñadora industrial y cofundadora de Estudio Diario Ana Sosa. Para ella un libro es atractivo cuando la lectura resulta «amable y entretenida», al tiempo que debe generar «intriga pero sin vericuetos exagerados». Además, en relación con las características de un buen libro, agregó: «Últimamente le sumaría que genere empatía».

Yuliana Simmari, estudiante de la Licenciatura en Diseño Integrado, dictada en el Centro Universitario Litoral Norte – sede Salto, también hizo referencia a la facilidad como algo clave en la lectura: «Me resulta atractivo un libro que sea fácil de comprender e ilustrativo en cuanto a las referencias que se hacen».

El docente Horacio Todeschini resumió que un libro atractivo es aquel que contiene «buenas historias y buenos relatos». Como no estuvo seguro en cómo definir un «buen relato», mencionó ejemplos de algunas novelas: Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez; La guerra del fin del mundo, de Mario Vargas Llosa; Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño; Terra nostra, de Carlos Fuentes; Carlota podrida, de Gustavo Espinosa. Y agregó: «Esos libros que nombré tienen diferentes formas de abordar las historias; entre algunos de ellos hay diferencias importantes, así que no podría explicarlo».


El primer encuentro

Otro aspecto sobre el que les consultamos a quienes forman parte de nuestra comunidad fue cómo es el primer contacto con el libro. ¿Qué es lo que hacen cuando se encuentran con un texto por primera vez?

La mayoría dijo que leen la contratapa y, en función de los datos que allí se dan, resuelven la lectura. Pero también están los que juegan un poco con el libro. La egresada Sosa, por ejemplo, antes de leer la contratapa pasa las páginas rápidamente de atrás hacia adelante, utilizando el dedo pulgar, y luego de ese ritual sí recurre a la reseña. Todeschini, además de leer la contratapa, abre el libro y busca algún fragmento al azar para terminar de convencerse. Acuña, por su parte, lee las dedicatorias escritas por el autor o la autora.

En tanto, para Felipe Rodríguez, estudiante de la Escuela Universitaria Centro de Diseño (EUCD) y de la Licenciatura en Diseño de Comunicación Visual, es muy importante que le recomienden un libro. «Suelo leer por recomendación o porque me gusta cómo escribe la persona». Eso es lo primero que tiene en cuenta al hacerse de un texto. Y si no se cumple ninguno de esos dos requisitos, recurre al texto de la contratapa para ver si es un «potencial candidato» de lectura. Dice que un libro es bueno cuando se queda pensando: «¡Mirá qué cra el escritor o escritora, ¡¿cómo se le ocurrió esto?!».

Pero cuando hablamos de libros no sólo nos referimos a los impresos. Cada vez más se recurre a textos en otros formatos. Rodríguez aclaró que, en general, lee libros de papel para lectura recreativa; sin embargo, a la hora de estudiar recurre a «otros medios que son más funcionales para ese objetivo».

Por su parte, Judith Telesca, quien se desempeña en la portería de la FADU en el turno de la mañana, contó que lee muchos libros infantiles con su nieto Santino, pero cuando busca lectura para ella opta por audiolibros de un tema específico. «Estoy en busca de la espiritualidad, y más bien escucho audiolibros», dijo. Detalló que se conecta al canal de YouTube «Mentes positivas», donde «una chica hace el análisis del libro y lo recomienda, luego lo cuelga para que sus oyentes lo escuchemos y en el foro compartimos opiniones». En esta línea de la búsqueda de la espiritualidad destacó un libro que ha sido importante para su vida: Muchas vidas, muchos maestros, de Brian Weiss.

Asimismo, contó que a partir de su experiencia trabajando en la cabina de entrada de nuestra facultad habla con mucha gente y percibe que «muchas personas están en busca la espiritualidad; no sé si es moda o necesidad».

Álvaro Lasnier, encargado de Compras en FADU, también se inclina por los audiolibros: «Prefiero ver y escuchar artículos de podcast en plataformas como iVoox, YouTube y alguna otra, o libros en formato electrónico por Kindle o en pdf con lector de voz».

Hace varios años que Lasnier está abocado a la lectura de textos referidos a administración de empresas, gerenciamiento, gestión del tiempo y de los recursos. Como recreación recurre a la lectura de artículos referidos a sus hobbies: la carpintería y el diseño de muebles. No obstante, reconoció que no lee los libros enteros, sólo los capítulos que le resultan interesantes.

El arte de la guerra, de Sun Tzu, es uno de los textos que leyó en dos o tres oportunidades y, en otras tantas, algún capítulo específico. «Si bien puede tener episodios medio intrincados (hay que tener en cuenta que es un libro de más de 2.500 años), es muy interesante, sencillo y mantiene vigencia. Y razonando sus enseñanzas (reemplazando conceptos como “guerra” por “conflicto”, o el de “enemigo” por “adversario”), es de aplicación práctica para varios ámbitos de la vida actual».

En tanto, Harry Potter, de J. K. Rowling, es el libro que Andrea García, estudiante de Diseño Industrial Textil en la EUCD, leyó en reiteradas ocasiones: más de diez veces cada libro de la saga. A la lista de libros vueltos a leer sumó la trilogía El señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien: lo hizo unas tres veces completas, por lo menos. Contó, además, que leyó muchas veces cuentos cortos de Julio Cortázar: «Carta a una señorita en París», «Casa tomada» y «Final del juego». «Cortázar tiene una forma de escribir historias que atrapan, y sus finales sorprenden», resumió.

Mujercitas, de Louisa May Alcott, y El principito, de Antonie de Saint-Exupéry, fueron los libros que Simmari leyó muchas veces. Adelantó que los «piensa seguir leyendo» porque siempre les encuentra «un sentido único y diferente a cada elemento, tanto gramatical como de la historia en sí misma».

Finalmente, la estudiante de Diseño Integrado compartió que cada vez que termina un libro se «entristece». «Siento una gran sensación de vacío», resumió. Ese sentimiento puede ser compartido por quienes gustan de leer un buen libro de ficción, pero se puede subsanar rápido yendo a buscar otro a la mesita de luz, a una biblioteca o pidiendo uno prestado, y claro, ¡luego devolviéndolo!