La Plaza 05

175 años de la Universidad de la República

La Plaza es un ciclo de notas sobre temáticas de relevancia para la comunidad de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU), con el objetivo de compartirlas puertas adentro y difundirlas puertas afuera, y de aportar nuevas miradas a la esfera pública. Esta línea editorial, llevada adelante por el Servicio de Comunicación y Publicaciones de la FADU, procura poner en valor figuras, propuestas, actividades o prácticas académicas específicas de nuestras disciplinas que puedan convocar el interés de la sociedad en su conjunto.

Patio comparte a continuación la quinta salida correspondiente a la edición 2024:

Compañera de ruta

La Universidad de la República (Udelar) celebra en 2024 sus 175 años. El aniversario se cumplió el 18 de julio; fue en esa fecha pero de 1849 que se inauguró la Universidad Mayor de la República.

El festejo del nuevo aniversario tuvo lugar el 17 de julio en la Sala Zitarrosa, en un acto que contó con la participación del rector Rodrigo Arim y de la vicepresidenta de la República Beatriz Argimón, entre otras autoridades. El encuentro conjugó oratoria y música.

Arim fue responsable de describir parte del recorrido histórico de la Udelar y, entre otros aspectos, destacó la «autonomía», el «gobierno colectivo» y que es aquí donde «se genera la mayor parte del conocimiento» producido en nuestro país.

Además, reflexionó sobre los desafíos que tiene por delante la Udelar, donde actores políticos, económicos, sociales y culturales deben tener la capacidad de «pensar y transformar» la institución en vistas a «las necesidades del país y a la construcción de un desarrollo social y cultural justo», para de esta manera fomentar el «bienestar colectivo y la justicia».

Impulsados por un aniversario tan particular, La Plaza* conversó con algunos de los trabajadores y trabajadoras que hace más tiempo están en la FADU, con el fin de conocer sus experiencias, aprendizajes y vivencias en la Udelar.

Uno de los entrevistados fue el arquitecto y docente Carlos Pantaleón. Es el trabajador que lleva más tiempo en la FADU: 49 años. Ingresó como estudiante de Facultad de Arquitectura en 1967, se recibió en 1976 y un año antes de obtener el título ya había comenzado a trabajar como docente en la ex cátedra de Expresión Gráfica.

Desde muy joven se sintió atraído por la arquitectura. «Si me dieran a elegir empezar a estudiar de nuevo, volvería a elegir cien veces arquitectura», reconoció.

Pantaleón sostuvo que al desempeñarse como docente, de alguna forma, «revive ese deseo» porque «el docente siempre estudia con los estudiantes y trabaja con ellos». «Es una forma de revivir año a año lo que sentí como estudiante en una carrera que es apasionante», resumió.

Si bien el vínculo de Pantaleón con la Udelar comenzó desde muy joven, sus recuerdos se remontan a la infancia. Nació cerca de la sede central de la Facultad y paseaba con su abuelo por la zona. «Tendría unos cuatro años y mi abuelo me llevaba al Parque Rodó. A la vuelta me traía a la Facultad de Arquitectura que estaba recién hecha ?se inauguró en el 48, año en el que nací?. Me acuerdo que subía la escalinata y usaba el costado de la escalera para tirarme como tobogán. Mi abuelo me rezongaba pero yo igual lo hacía», compartió con nostalgia el arquitecto.

Su carrera transcurrió entre el ámbito público y el privado. Dentro de la Udelar atravesó distintos momentos políticos del país, siendo el «más difícil» el período dictatorial. Fueron años de «gran incertidumbre» y «angustia», y aunque la Facultad estuvo intervenida, funcionó como «espacio de resistencia».

Prácticamente 50 años después de ser parte del plantel docente, Pantaleón dice que lo que le da más satisfacción es cuando se encuentra con estudiantes que se detienen para saludarlo y agradecerle. A cambio, él reconoce haber transmitido en todos estos años «pasión» por su trabajo. «A veces se tiene recaídas, pero lo mejor que podés dejar es el afecto por los estudiantes y un buen recuerdo en una institución que no debería faltar nunca porque es esencial para la cultura; el libre acceso al conocimiento que proporciona la Universidad no debería faltar nunca en nuestro país».


Ingresar y nunca irse

El arquitecto y docente Jorge Brunasso es quien sigue en la lista de los que hace más tiempo están en nuestra casa de estudios. Ingresó a estudiar arquitectura en 1974 y egresó en 1983. Se desempeña como trabajador de la institución desde hace 46 años, pero no siempre lo hizo como docente, comenzó investigando con pocos estudiantes a su cargo. Hacia la década de 1980 empezó a ejercer la docencia directa y «el contacto personal pasó a ser más importante que lo conceptual».

Trás muchos años de desempeñarse como profesor, sostiene que la tarea «no implica transmitir cosas», sino «generar más dudas que certezas», lo que en su opinión «cuesta entender».

Detalló que en sus cursos da clases a estudiantes de distintos años y a quienes recién ingresan les dice: «siempre pregunten ¿por qué?». «No se queden con la certeza de que se hace así porque lo dice el viejo. Duden sobre las certezas. El camino que me gustaría dejar es que cuestionen, que me cuestionen», subrayó. Para que lo sigan cuestionando una vez que ya se haya retirado es que está escribiendo una tesis doctoral, para que quede su conocimiento disponible. Es que si bien sostiene que las dudas y los disensos son parte importante de la formación, también «la experiencia acumulada cuenta mucho». Especialmente en el área en la que él se desempeña, que es la de la construcción. «La experiencia acumulada no es menor, sobre todo para quienes están comenzando a caminar en este asunto, porque es muchísimo más rápido el avance tecnológico que la capacidad de asimilación», detalló.

Brunasso está próximo a la jubilación y resumió sobre su labor en la Udelar: «Cuesta mucho entrar y cuesta mucho irse». A diferencia de la experiencia de Pantaleón, él reconoció que sintió «miedo» cuando se enfrentó con el edificio. «Era un botija de 17, 18 años, y me preguntaba qué pasaría ahí adentro», recordó. No venía de familia de universitarios y conocía poco la Facultad. «Me decían que esa iba a ser mi casa, y yo me preguntaba: ¿esa va a ser mi casa?». Finalmente lo fue y lo seguirá siendo.

La arquitecta y docente Inés Artecona también está muy próxima a jubilarse de la Udelar. Ingresó a Arquitectura en 1981 y nunca se fue. Diez años después de su ingreso se recibió y comenzó a trabajar como docente, al tiempo que siempre se desempeñó en el ámbito privado. «El año pasado tomé la decisión de que era un buen momento para retirarme porque la Facultad está viviendo un momento de transición, lo cual es muy entusiasmante, pero creo que lo tienen que desempeñar las generaciones más jóvenes», comenzó detallando.

Artecona viene de familia de universitarios pero no del área de la arquitectura, por lo que tampoco conocía la facultad. Decidió hacer la carrera gracias a una profesora de historia de segundo de liceo que se concentró en la historia del arte y para ella significó «un descubrimiento».

Su primer contacto con la Facultad fue en los últimos años de dictadura, cuando la institución estaba intervenida y se tomaba examen de ingreso. La primera vez que lo dio lo perdió y tuvo que esperar un año para poder entrar.

Si bien ingresó en el período de dictadura cívico militar, el momento histórico que más la marcó fue la crisis de 2002: «fue una época muy cruda». Ante la falta de trabajo particular, la facultad «nos salvó la cabeza». Dedicaban muchas horas a proyectos académicos, al tiempo que funcionaba como un espacio donde estar juntos y poder organizarse para llevar adelante el poco trabajo privado que surgía.

La arquitecta sostiene que en todos estos años fue una profesional «muy cuestionadora de las formas de enseñar proyecto» en la Facultad, e impulsó junto con otros compañeros «nuevas formas de vincularse con el medio y las nuevas tecnologías». «Fuimos bastante provocadores y generadores de nuevas instancias. Me siento orgullosa de que fueron prácticas que otros retomaron y siguieron adelante», puntualizó.

Después de más de tres décadas en la facultad, Artecona la valora como «una gran compañera de vida» a la que extrañará. Asume que, posiblemente, tras la jubilación, sienta algo similar a cuando se fueron sus tres hijos de la casa, «la sensación del hogar vacío», porque ha sido «una compañera de ruta».

Son muchas las personas, tanto docentes como personal TAS, con años de trabajo acumulado dentro de la FADU. Las primeras en formar parte de la comunidad provenían de Arquitectura, la carrera más antigua de la Facultad, pero todas han aportado su granito de arena a una gran institución como lo es la Udelar, la que seguirá cumpliendo años y continuará recibiendo a quienes quieran sumar al bienestar colectivo y al desarrollo social y cultural de nuestro país.