La Universidad de la República es un componente esencial de la sociedad uruguaya: ha sido la herramienta que ésta se ha dado, a lo largo de toda su historia, para atender múltiples y profundas responsabilidades. Es la Universidad una institución que el pueblo uruguayo ha querido y respetado desde siempre; de la que se ha enorgullecido una y otra vez; en la cual ha confiado para asegurar los niveles más altos de formación e investigación. Y la profundización de los valores ciudadanos. Pueden asistir a ella -porque así lo ha dispuesto nuestra tradición cultural sostenida a lo largo de un permanente esfuerzo colectivo- todos los uruguayos; sin distinción alguna, ni de origen ni de posibilidades económicas; y no se pide a cambio otra cosa que respeto a las normas, esfuerzo de superación y compromiso con la sociedad.
Ha sido la casa de todos, en todos los campos. Con la mayor solidaridad ha recibido a quienes a ella acudieron y ha ofrecido su apoyo y sus saberes a quienes pudieran requerirlos. Siempre; aún desde la modestia de sus disponibilidades materiales. Ha sido el ámbito donde se han formado -y siguen formando- la abrumadora mayoría de los pensadores, investigadores y profesionales que hoy atienden todo el arco de necesidades de la sociedad, desde el ámbito público al privado; y que, además, han encontrado a partir de su formación una forma de vida. Todo esto se vuelve evidente si hacemos, por un instante, el ejercicio de imaginar la historia de nuestro país sin la Universidad de la República.
Pero ¿Por qué, si esto es así -tan claro-, hay que repetirlo?
Es una pregunta clave, y su respuesta no es sencilla. Sin desconocer la autocrítica (que eso, por cierto no falta y permanentemente se trabaja en pos de reconocer y perfeccionar nuestros propios errores), por curiosas razones la Universidad es presentada, a veces, como opuesta a estos aspectos que con tanta sencillez y objetividad se pueden reconocer. Esto se agrava en momentos de la formulación del presupuesto universitario.
La Universidad no solicita recursos porque sí, ni desde una postura aislada del contexto. Sus planteos surgen de rigurosos análisis, largos, meditados y absolutamente conscientes de ser una de las dimensiones que deben atenderse en el concierto nacional, para poder cumplir con sus cometidos específicos orientados a la sociedad toda.
Todo lo contrario de una actitud corporativa, la Universidad propone lo que entiende debe hacerse si queremos acompañar los procesos que pueden permitir el avance real del país. Una sociedad de conocimiento -amplia y democráticamente desarrollada- sólo puede construirse desde un esfuerzo colectivo, con la más activa participación de la Universidad de la República. Con los universitarios, haciendo lo que deben, cada vez con mayor nivel y esmero; y con la sociedad, en un razonable marco de equilibrios globales, volcando los máximos recursos que le sean posibles. Lo que la Universidad propone es seguir avanzando, en el proceso de recuperación iniciado recientemente, luego del insoportable período de olvido -asombroso, ateniéndose a cualquier criterio comparativo internacional- en que fue sumida durante décadas. Período durante el cual, en muy buena medida, se abonó el discurso destructivo que vino a justificar el mismo abandono que se propiciaba.
La propuesta universitaria es para avanzar aún más con aquello que ya hemos iniciado, mucho antes de que alguien desde fuera de la Universidad pensara en ello: perfeccionando la actividad académica en sus dimensiones de enseñanza, investigación y extensión; posibilitando a los sectores de más bajos recursos el ingreso; corrigiendo inequidades geográficas; mejorando la infraestructura; ampliando la oferta educativa. Para seguir, reitero, lo que ya hemos realizado desde siempre, aún desde las más graves condiciones de falta de recursos. Apoyados en el más intenso compromiso de todos los trabajadores -docentes y funcionarios- y estudiantes.
La Universidad no reclama, PROPONE. Propone no para mejorar su condición desde una mirada egoísta y aislada de la realidad sino precisamente, todo lo contrario; por saberse feliz y consciente portadora de una de principales responsabilidades en cuanto al avance cultural, a la integración social y construcción de la democracia.
Dr. Arq. Gustavo Scheps
Decano de la Facultad de Arquitectura